martes, 30 de diciembre de 2014

La luz a ti debida


Sé que llegará el día en que ya nunca
volveré a contemplar
tu mirada curiosa y asombrada.
Tan sólo en tus pupilas
compruebo todavía,
sorprendido,
la belleza del mundo
- y allí, en su centro, tú
iluminándolo.

Por eso, ahora,
mientras aún es posible,
mírame mirarte;
mete todo tu asombro
en mi mirada,
déjame verte cuando tú me miras
también a mí,
asombrado
de ver por ti y a ti, asombrosa. 


Eso era amor



Le comenté:
–Me entusiasman tus ojos.
Y ella dijo:
¿Te gustan solos o con rímel?
Grandes,
respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato y se fue a tientas.

(C) Ángel González





sábado, 13 de diciembre de 2014

Deixis en fantasma



Aquello.
                  No eso.
                                    Ni
—mucho menos— esto.

Aquello.

Lo que está en el umbral
de mi fortuna.
Nunca llamado, nunca
esperado siquiera;
sólo presencia que no ocupa espacio,
sombra o luz fiel al borde de mí mismo
que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve,
ni el sol marchita, ni la noche apaga.

Tenue cabo de brisa
que me ataba a la vida dulcemente.
Aquello
que quizá hubiese sido
posible,
que sería posible todavía
hoy o mañana si no fuese
un sueño.


Sonata para violín solo (Juan Sebastián Bach)


 

Como la mano pura que graba en las paredes
mensajes obsesivos de amor,
sueños cifrados,
                          así
la trayectoria cruel de este cuchillo
me está marcando el alma.

Mas su caligrafía no es oscura
ni inocente:
                  bien claro deletrea
la obscenidad del tiempo, sus siniestros
designios.
                ¡Qué desgracia!
                                          Ahora,
cuando salga a la calle,
cualquiera
podrá ver en mi rostro
—lo mismo que en las piedras profanadas
de un viejo templo en ruinas—
los nombres, los deseos, las fechas que componen
—abandonado todo a la intemperie—
el confuso perfil de un sueño roto,
el símbolo roído de una yerta esperanza.

(C) Ángel González


sábado, 30 de agosto de 2014

A mano amada


A mano amada,
cuando la noche impone
su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;
allí, en la esquina más negra del
desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,
los recuerdos me asaltan.
Unos empuñan tu mirada verde, otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
me reclaman.
Reconozco los rostros.
No hurto el cuerpo.
Cierro los ojos para ver
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo: la memoria.

miércoles, 18 de junio de 2014

Todavía, la memoria alevosa



Aquel tiempo
que dejamos por muerto volvió en sí,
y me hirió mortalmente por la espalda.

Quise



Quise

                                                                        A Susana Rivera

Quise mirar el mundo con tus ojos
ilusionados, nuevos,
verdes en su fondo
como la primavera.
Entré en tu cuerpo lleno de esperanza
para admirar tanto prodigio desde
el claro mirador de tus pupilas.
Y fuiste tú la que acabaste viendo
el fracaso del mundo con las mías.